martes, 20 de marzo de 2018

En verano pasamos más tiempo fuera de casa que en invierno. Entre playas, piscinas, barbacoas y paseos por el parque acumulamos un mayor número de horas bajo el Sol que en otras épocas del año. Durante ese tiempo algunas personas obtendrán un agradable bronceado mientras que otras acabaran con quemaduras. Échate un poco de protector solar, vamos a hablar de lo que sucede en nuestra piel al tomar el Sol.

El Sol parece inofensivo, pero para las células de nuestra piel es una pequeña tortura. Cuando la radiación solar alcanza a nuestras células, esta es capaz de provocar daños en su ADN provocando la muerte de la célula, o en el peor de los casos, dañando su funcionamiento y provocando que se divida de manera descontrolada, creando un cáncer de piel. El motivo de que no veas a demasiadas personas con cáncer de piel es que nuestro cuerpo tiene varias defensas preparadas para este proceso. Si una célula se divide de manera descontrolada los glóbulos blancos de nuestra sangre pueden detectarlo de forma temprana y destruir el tumor. Además existe una protección natural contra la radiación solar que aprovechas cuando tomas el sol: ponerse moreno.

En nuestra piel tenemos un tipo de células llamadas melanocitos capaces de segregar un compuesto bioquímico llamado melanina. Cuando detectan un daño en el ADN de las células de la piel actúan segregando melanina, que difunde por toda la piel. La melanina es negra y actúa absorbiendo la radiación solar, evitando que actúe contra las células. Se puede decir que es nuestro protector solar natural.

Todos nosotros (salvo que tengamos alguna enfermedad) tenemos el mismo número de melanocitos, lo que cambia es la cantidad de melanina que son capaces de segregar, tanto en casos de daño solar como en los primeros años de vida. La gente de raíces africanas pone a sus melanocitos a máxima potencia durante la gestación y primeros años de vida, teniendo una tez oscura que le otorga una protección mayor al sol el resto de su vida. En cambio la gente caucásica nace con casi nada de melanina y normalmente producen menos cantidad de la misma, haciendo que la persona se ponga menos morena al tomar el sol y se queme más fácilmente.
Pero ya se tenga mucha o poca protección natural, todos nos podemos quemar. La melanina no es infalible y aunque protege a nuestras células de la radiación solar una pequeña parte sigue afectando al ADN. Por eso se recomienda el uso de cremas solares en verano, formadas por diferentes sustancias químicas que absorben la radiación solar mejor que nuestra melanina. Si no las usamos acabamos quemándonos, pero ¿que es exactamente una quemadura?

Como ya hemos comentado, los rayos ultravioleta del Sol tienen suficiente energía para ser capaces de romper (literalmente) nuestras cadenas de ADN. Si la célula no logra reparar el daño acaba “suicidándose” mediante un proceso llamado apoptosis, y de esta manera evita la posible transformación a célula cancerosa. Esta destrucción libera pequeños restos celulares que son detectados por las defensas de nuestro cuerpo para ser eliminados. Para que nuestras defensas puedan acercarse al tejido dañado liberan moléculas que producen lo que llamamos inflamación: el tejido se hincha, se nota caliente al tacto y se enrojece (ya que la sangre a 37 ºC está cercana a la última capa) y produce una sensación de dolor (debido al aprisionamiento de los nervios presentes en el tejido). Todos estos factores juntos son los que forman una quemadura de primer grado. Cuando ya se han eliminado todos los restos celulares la hinchazón desaparece y las células de piel muertas en el proceso se desprenden, y se “pela” la piel.

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